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¿Es Juan el dicípulo amado?

Foto del escritor: La ResurrecciónLa Resurrección


“Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él”. (1 Jn 4, 16)

El seguidor de Jesús es primera y primordialmente el que “escucha”, el que está en la escuela de Jesús. Uno nunca se gradúa en esta escuela, nunca deja de aprender. Un discípulo es mucho más que un alumno. Apóstol es simplemente una función; discípulo, una manera de existir.

La identidad del discípulo amado no es un problema de importancia vital para la fe de la Iglesia, sino simplemente un problema de curiosidad histórica; con base en ello, se hace un recuento de ésta.

El discípulo amado es el testigo en el que se basa la narración del cuarto evangelio, goza de una mayor intimidad con Jesús y es el confidente de sus secretos. Él no siente vergüenza en identificarse con Jesús, incluso en la hora de su humillación; permanece fiel al pie de la cruz y recibe a María por madre y la acoge en su casa. Corre más que Pedro en su camino hacia el sepulcro. Tiene una mayor penetración para comprender el signo de los lienzos en el sepulcro vacío y llegar a la fe en la resurrección. Es el primero en reconocer a Jesús a la orilla del lago. Es el fundador de una de las principales Iglesias apostólicas de la primera generación cristiana, el más longevo superviviente de cuantos conocieron y siguieron a Jesús.

¿Es verosímil que un discípulo tan importante haya quedado totalmente desconocido en el Nuevo Testamento y en toda la primera tradición eclesiástica, hasta el punto de que su nombre haya caído en el olvido?

La importancia extraordinaria que este discípulo tuvo para su comunidad hace poco verosímil que su nombre fuera olvidado o que pudiese difundirse una hipótesis falsa sobre su identidad.

Es cierto que hay un vacío de información en un lapso de cincuenta años, pero hay que tener en cuenta que la literatura que se conserva de esta época es muy escasa y fragmentaria.

El valor del evangelio y de su testimonio sobre Jesús no depende de la identidad de su escritor o de su autor, sino del valor intrínseco del evangelio, del testimonio que el Espíritu Santo ha dado a sus lectores a lo largo de toda la historia, y de la autoridad de la Iglesia que desde muy pronto lo acogió en su canon.

Pero si aceptamos la identificación tradicional del discípulo amado con Juan el hijo del Zebedeo, se esclarece aún más el panorama.

Ya que el autor es un judío palestino. Conoce bien la geografía de la tierra, las costumbres judías, las fiestas. Es un gran conocedor del Antiguo Testamento y de los métodos rabínicos de exégesis. Se muestra próximo a los medios sectarios judíos de la Palestina del siglo I, como por ejemplo el mundo de los esenios y Qumrán. Está influido por el helenismo, pero no más de lo que era típico en una Galilea ya bastante helenizada en la época de Jesús.

Su lengua nativa era una lengua semítica, el hebreo o el arameo. Su griego deja traslucir continuamente un original semítico. El autor escribe un griego correcto, pero muy sencillo y muy pobre de vocabulario. Su nivel cultural no puede compararse ni con mucho al de Lucas, por ejemplo. Sin embargo es un teólogo penetrante y un místico sublime que ha profundizado como nadie en el misterio de la persona de Jesús.

Todos estos datos pueden referirse a un personaje simbólico, pero los símbolos no escriben libros. Nosotros aceptamos aquí que el discípulo amado fue el autor del cuarto evangelio, sin olvidar que el concepto de autor es distinto del de escritor.

Pues el autor es la persona que da autoridad a un escrito, la persona bajo cuyo nombre viene publicado. Cuando nosotros aquí decimos que el dicípulo amado es el autor del cuarto evangelio, no queremos decir que fuera necesariamente su redactor.

Con todo esto podemos concluir que es más verosímil pensar que el discípulo amado fuese también uno de los Doce, en paridad con la casi totalidad de los otros discípulos.

Al final del evangelio se nos dice que el discípulo amado es el que “da testimonio de estas cosas y las ha escrito” (21,24).


Martín-Moreno, Juan Manuel (2002). Los personajes del cuarto evangelio (3ra ed.). Madrid: Universidad Pontificia Comillas

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