Por: Antonio Tolentinoor: Antonio Tol
Esta hermosa devoción al Inmaculado Corazón de María ha sido a lo largo de la historia una fuente inagotable de la vida interior para las almas devotas de María.
Muchas de las escuelas religiosas como: benedictina, franciscana y dominica, durante toda la Edad Media, nos ofrecen la reflexión con un importante contenido ascético y místico. San Francisco de Sales hace del corazón de la Virgen María el lugar de encuentro de las almas con el Espíritu Santo.
En la actualidad, la espiritualidad cordimariana (al corazón de María) se ha enriquecido con la aportación de los nuevos estudios sobre el corazón de Jesús.
También en la cuarta memoria de Sor Lucia, nos ofrece una espiritualidad sobre el mensaje de Fátima de indudable alcance místico.
Las grandes almas marianas de nuestra época constituyen un claro ejemplo del alto nivel espiritual que puede alcanzar una auténtica espiritualidad cordimariana.
Es necesario, en esta devoción, reexaminar el simbolismo que se le ha dado hasta ahora al corazón.
Si entendemos el término corazón, en toda su riqueza semántica y cristiana, es el lugar donde se concentra la esencia y del que parten sus palabras y acciones, y si entendiéndolo así, aplicamos el término a la Virgen, veremos que la imagen que evoca es el signo sagrado de la persona y de las acciones de la misma persona.
Conviene insistir que la sacramentalidad del corazón; no se ve, pero se prevén sus acciones; se trata de una realidad vital, pero que remite a realidades más altas, humanas y sobrenaturales.
La devoción al corazón de María no debe, por tanto, reducirse a la contemplación del signo del corazón. Debe abrazar toda la realidad de María, capta todo su misterio de gracia, el amor y el don total que ella hizo de sí misma a los hombres.
La espiritualidad cordimariana está llamada a desempeñar, en el terreno más amplio de la espiritualidad mariana, tres funciones importantes: informar, interiorizar y purificar.
Informar de sí misma a todas las devociones genuinas a la Virgen. La función de interiorizar al exigir que los fieles vivan coherentemente en su intimidad (en su corazón) las expresiones externas de piedad que dirigen a la Virgen. La función de purificar se refiere a que todas las almas encomendadas a este corazón amoroso alcancen un alto nivel de espiritualidad, para que libres de la escoria de este mundo puedan alcanzar la perfección, hagan brillar el oro de la genuina devoción.
Esta fiesta fue promovida por San Juan Eudes, quien es conocido como “padre, doctor y primer apóstol” de la devoción y particularmente del culto litúrgico a los sagrados corazones de Jesús y de María. Ya para el año 1643 empezó a celebrar con sus seguidores la fiesta del Corazón de María.
El 8 de febrero de 1648, esta fiesta se celebró también en público, en la ciudad de Autun, con misa y oficio compuestos por el santo y aprobados por el Obispo diocesano. Pero es hasta el 31 de octubre de 1942, en el 25 aniversario de las apariciones de Fátima, Pio XII consagraba la Iglesia y el género humano al inmaculado corazón de María.
Como recuerdo perene de esto es hasta el 4 de marzo de 1944, el Papa extenderá a toda la Iglesia latina la fiesta de litúrgica del Inmaculado Corazón de María.
En la actualidad, la fiesta se ha reducido a memoria facultativa y se le ha querido encontrar un lugar más adecuado poniéndola el día después de la solemnidad del Sacratísimo Corazón de María. Esto para denotar la cercanía de los dos corazones, dado que éstos estuvieron unidos durante nueve meses de la gestación. Por ello, San Juan Eudes no separa la devoción a los dos corazones. Se pide que se celebre así, dado que María es la primera discípula de Jesús.
María, meditaba todo el misterio propuesto por Dios en su corazón, en esa intimidad, escuchaba la palabra de Dios hecha carne y sobre todo profundizaba en ella. Así pues, María escuchaba y meditaba en su corazón la palabra del Señor, que era para ella como un pan que la alimentaba en su intimidad, como un agua generosa que riega el terreno fecundo.
Con este esfuerzo de su corazón por comprender la divina voluntad de Dios, María nos enseña cómo hemos de albergar a Dios, cómo debemos alimentarnos y vivir de su Verbo, cómo hemos de vivir saciados en Él nuestra hambre y nuestra sed.
“Oh Dios, tú que has preparado en el corazón de la virgen María una digna morada al Espíritu Santo, haz que nosotros, por intercesión de la Virgen, lleguemos a ser templos dignos de tu gloria”.
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